«Ninguno cumple con las expectativas en riesgos climáticos»
El Banco Central Europeo (BCE) advirtió este lunes que «ninguna entidad supervisada» cumple con todas las expectativas de la institución sobre riesgos climáticos y ambientales, según recogió Ep. El organismo ha analizado las prácticas llevadas a cabo por los 112 bancos que supervisa directamente y, aunque casi todos han desarrollado planes para mejorar en este sentido, la la calidad de estos «difiere considerablemente» y su implementación es «demasiado lenta». Consulte más artículos sobre sostenibilidad en elEconomista Inversión sostenible y ESG.
En 2022 se empezarán a considerar, por parte del BCE, los «riesgos climáticos» dentro de los test de estrés, y progresivamente se irán incorporando estos riesgos a los requerimientos de capital. «Esto tiene unas enormes consecuencias sobre los resultados de la banca», explica Fernando Delgado, director de Inversiones en el Instituto Español de Inversión responsable y profesor en Finance Academy, que detalla: «A nivel de gestión de riesgos, desvía el apetito de unas operaciones a otras y genera incertidumbre regulatoria se les pide que controlen riesgos climáticos, pero no se dice cómo». Es muy costoso para grandes organizaciones modificar sus criterios y procesos de gestión de riesgos y prefieren esperar hasta que se vaya clarificando el estándar«, señala este experto.
Con este toque de atención, llueve sobre mojado: «Es una continuación del tira y afloja entre bancos y BCE, unos pidiendo más tiempo para implantar nuevos sistemas de gestión, y el otro presionando para que avancen más rápido», añade Delgado.
Más allá de la visión del BCE, si nos fijamos en la puntuación que reciben en clima las principales entidades españolas por parte de CDP (Carbon Disclosure Project, organismo sin ánimo de lucro que mide la contribución de las empresas a la mitigación del cambio climático), lo cierto es que CaixaBank, BBVA y Bankinter reciben la segunda mejor nota para este proveedor, una A-; Santander una B, y Sabadell una C (la peor posible es la F).
Fuente: El Economista